Lo que nos queda
En relación con la exposición de la que ya os hablé hace unos días, La amenaza invisible, participé en un taller de fotografía impartido por el artista francés Nino Laisné en la Sala Amadís de Injuve. El taller se llamaba Lo que nos queda y estaba planteado como una experiencia audiovisual que, partiendo de objetos cotidianos personales e importantes para nosotros, desarrollara una obra nueva a partir de los mismos.
El taller comenzó con una explicación del arte de Nino Laisné, lo que busca conseguir con su arte y los temas que más le interesa representar y abordar. Todos debíamos llevar un objeto propio que nos recordara a una persona especial, algo que tuviera un sentido para nosotros de alguna manera, para después rodearlo del atrezzo que aportó el artista para contextualizar (o no) aquello que queríamos expresar, en una especie de altar teatral que trae a la memoria momentos pasados. Aunque mi objeto, el abanico de la imagen superior, no era exactamente un recuerdo en sí mismo, sí que contenía una memoria, días de «Cine de barrio» con mis abuelos, el calor extremeño y la visión de mi abuela constantemente abanicándose, infancia un tanto folklórica ya más que olvidada, colores, flores y tradiciones.
Nino nos ayudó mucho con la iluminación y el encuadre, a destacar nuestro objeto por encima de los demás, y aunque lo fundamental estará siempre en los ojos del espectador, la piedra angular siempre serán nuestros recuerdos.
Fue genial hacer fotos de los altares del resto de participantes, volví a enamorarme de la fotografía de bodegones que tanto tiempo hacía que no practicaba (más por pereza que otra cosa) y me di cuenta de que quería seguir explorando ese ámbito, ir más allá en mis fotos, construir un discurso en torno al tiempo y su devenir.
Fotos de los «altares» creados por algunos de los participantes en el taller.