Libros

Un cuarto propio

En 2016 surgió una propuesta en Twitter para reivindicar la figura de la mujer en la literatura: durante el mes de octubre, sólo se leerían obras escritas por mujeres. Aunque la propuesta #LeoAutorasOct ha variado y ahora incluye escritores no binaries, como se indica en su perfil, cada año Twitter y otras redes se llenan en el mes de octubre de escritoras y literatura.

Virginia Woolf en 1902

Y qué mejor manera que empezar que con Virginia Woolf y su inestimable Un cuarto propio.

«Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio.»

Aunque ya es un referente en la literatura universal, su vida no fue nada fácil: abusada sexualmente por sus hermanastros, sufrió varias depresiones a lo largo de su juventud, marcadas por la pérdida de su madre cuando tan sólo tenía 13 años, de su hermana Stella apenas dos años después, y finalmente de su padre en 1904. Es entonces cuando es brevemente ingresada por su enfermedad mental. Aunque escribe durante toda su vida, no será hasta la publicación de La señora Dalloway en 1925 cuando la crítica alabe su estilo experimental característico. Virginia, sintiendo que está a punto de enloquecer de nuevo (según sus propias palabras), decide acabar con su vida llenando su abrigo de piedras y lanzándose al río Ouse en 1941. Tenía 59 años, y lo que hoy se conoce como trastorno bipolar.

He querido hacer esta breve introducción a Virginia Woolf porque creo que sus vivencias, y la época que le tocó vivir, son fundamentales para comprender un poco mejor la obra que nos ocupa: el ensayo Un cuarto propio, que escribió en 1929.

Virginia es clara en su planteamiento: «para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio». Creo que es la tesis principal de su ensayo, y una de las grandes verdades del universo. Siendo el tema de este encargo tan ambiguo como era dar una conferencia sobre literatura y mujer, Virginia a continuación explica el porqué de la importancia del cuarto propio (la parte del dinero es bastante más obvia).

«Aquel complejo masculino tan interesante y oscuro que han influido tanto en el movimiento de la mujer: ese arraigado deseo, no de que ella sea inferior, sino de que él sea superior, que lo sitúa no sólo a la cabeza de las artes, pero también cerrando el camino a la política»

Hace, además, una crítica sobre la falta de la mujer en la literatura, cómo autoras han tenido que esconder sus verdaderos nombres por no ser consideradas merecedoras de entrar en los círculos culturales, ni tan siquiera en las escuelas y universidades (comenta, de hecho, un encontronazo que tuvo con el bedel de una universidad, de cómo no la dejaron entrar en su biblioteca). Pero el texto no se centra sólo en la literatura, partiendo de ella hace mención a otras situaciones sociales («¿Por qué los hombres bebían vino y las mujeres agua? ¿Por qué un sexo era tan adinerado y tan pobre el otro?»). Me resultó un tanto graciosa su afirmación sobre el número de escritos que hay sobre las mujeres por parte de los hombres, y, según su opinión, la falta de interés en ellos por parte de ellas.

Pero, sin duda alguna, la mejor tesis feminista de este libro es su afirmación de cómo las mujeres «han servido de espejos dotados de la virtud mágica y deliciosa de reflejar la figura del hombre, dos veces agrandada», y su brutal (y cierta) declaración de que este espejo social y el «énfasis en la inferioridad de las mujeres, porque si ellas no fueran inferiores, ellos no serían superiores». Si una mujer hace una crítica, es inmediatamente aplastada, ya que si el espejo muestra en su reflejo algo malo, ¿cuán malo no será en la realidad? ¿Cuán pequeño y menudo se verá ese hombre reflejado?

Virginia va rematando su texto con ejemplos de autoras que consiguieron escribir, lamentándose a veces de lo que hubiera sido si hubieran tenido dinero y un cuarto propio, critica el desaliento que sufren las mujeres al privárseles siquiera la opción de la escritura y la cultura, de cómo las mujeres «han sido siempre pobres. (…) Las mujeres han tenido menos libertad intelectual que los esclavos atenienses*» (*Referencia a una cita de sir Arthur Quiller-Couch).

«La literatura debe estar abierta para todos. (…) Cierren sus bibliotecas si quieren; pero no hay puertas, ni cerraduras, ni cerrojo que cierre la libertad de mi espíritu»

Cabe recordar que el ensayo está escrito en 1929, y aunque lamentablemente veamos aún las consecuencias de lo que narra, en algunos casos Virginia muestra ciertas notas de snobismo, hay que tener en cuenta también el ambiente en el que ella vivía para comprender muchas de sus afirmaciones.

No es un secreto que me encantan los ensayos, así que no sé si seré demasiado imparcial con éste, pero creo que merece la pena leerlo, sin lugar a dudas es el germen del pensamiento feminista, y no cabe duda por qué la figura de Virginia Woolf es tan importante en este género.

Mi edición es la de la editorial Debolsillo, que incluye Un cuarto propio, traducido por Jorge Luis Borges, y Tres guineas, por Andrés Bosch.

«Los libros son la continuación unos de otros a pesar de nuestra costumbre de juzgarlos por separado»

La verdad es que no soy muy de hacer challenges de literatura ni de seguir ciertas tendencias, básicamente porque soy una lectora extremadamente lenta, no creo que me diera tiempo a leer ni un sólo libro en el mes de octubre, cuanto menos varios. Pero he querido aportar un poco de literatura escrita por mujeres, aun haciendo un poco de trampa, ya que casi todos son libros que ya he leído.

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